miércoles, 22 de abril de 2009

Chacoi, Uruguay (Montevideo y Cabo Polonio) y Brasil (Ihabela, Rio de Janeiro, Itatiaia, Foz)

Hola a tod@s,

He de deciros que hoy no tenía planeado escribiros pero precisamente por eso lo estoy haciendo. Hace meses que no mando mis crónicas semanales de los viernes, y fue precisamente ese el motivo por el que dejé de hacerlo. El sentirme obligado a escribir todos los viernes a la llegada al trabajo se convirtió más en un deber que un querer. Mi intención era escribiros esta semana, no sé, el jueves o el viernes quizá… pero estábamos en lo mismo, se iba a convertir en una intención que desemboca en obligación… Es así que ahora, después de haber hecho mis tareas ordinarias, he decidido escribiros, con el suficiente tiempo y ganas para distenderme y contaros todas las novedades acaecidas en estas últimas semanas…

Os aviso, no sé si habréis comprendido bien las últimas líneas escritas en el párrafo anterior pero por si acaso lo aclaro… Todo esto significa que me voy a enrollar, voy a contar las grandes novedades y las minuciosidades que se encuentran en su interior… Por tanto, la prolongación de este e-mail en su producción será larga, pero en su lectura no os libráis… Es así que os pido, si os cansáis, aparcarlo a un lado con los documentos pendientes, y volvedlo a retomar si es que os interesa mis peripecias por estas tierras…

Con esta introducción, doy paso al e-mail que todos conocéis…

Bueno, sinceramente ignoro cuantas semanas han pasado desde la última vez que os envié una crónica… Perfectamente podría acudir ahora a la bandeja de mensajes enviados del Hotmail o al mismo blog y comprobarlo, pero no quiero peder tiempo en ello…

Lo que sí recuerdo es lo que no os he contado… comenzando por nuestro domingo en Chacoí. Este pueblo, ciudad… llámese como quiera (lo digo porque acá en el Paraguay no es tan fácil distinguir un concepto del otro) se encuentra enfrente de Asunción, atravesando el río Paraguay… Allá fuimos un domingo a pasar el día y a comer el pescado típico ya otras veces mencionado: el surubí. Nos embarcamos por la mañana en una barca llamada Brillante que nos llevó a las 10 personas que fuimos más o menos a las orillas del otro lado del río.

El ver la ciudad-pueblo es un decir, o sea, que te encuentras con hierba, piedras, animales y vuelta el proceso… Apenas existen casas, ni mucho menos hablar de edificios, y sólo una calle bautizada imagino como la avenida principal rompe esta estética (la calle, por supuesto, empedrada y arenada). Fuimos a comer a casa de una familia de clase humilde y combinamos nuestro surubí con las gallinas, el cerdo, los perros y el loro entre nuestras piernas… Por supuesto, las vistas que teníamos eran caballos, alguna que otra barquita y los edificios de Asunción (que en parte nos daba una perspectiva desconocida de la ciudad en la que vivimos: moderna, con grandes edificios…, algo que difiere mucho de vivirlo desde las aceras del centro de la ciudad). Estuvo lindo el día, para que engañarnos… Yo tuve un pequeño inconveniente y es que, en ese afán de querer reflejar con mi cámara de fotos lo que veía, pisé una mierda de caballo verde bastante líquida…(iba con chanclas)… bueno, la sensación de sentir tus pies resbalar en tu chancla de no fue de las mejores pero se solucionó con un balde de agua.

De este día a la siguiente historia no sé cuanto tiempo pasó exactamente pero deciros que mi segundo gran viaje, después del de navidad, fue a Uruguay. No digo grande por los días que estuve (que fueron cuatro) sino por la distancia que me separa de Asunción. Os voy a ser sinceros -y esto bien lo saben mis padres- no tenía en absoluto planeado el viajar a Uruguay , pero me levanté la misma mañana que partía (sin yo aun saberlo) y dije, ¡me voy para allá!

Y ahora voy a proveeros del sentido que le faltan a las palabras que acabo de escribir. Veamos, yo el viernes anterior (me fui un jueves) había tenido una entrevista de trabajo y el director de la empresa me puso a prueba poniéndome como plazo una semana para la entrega de una propuesta para un proyecto que querían/quieren llevar a cabo. Estuve toda la semana trabajando a full (como dicen por acá) para dar todo de mi y entregarle un buen trabajo el viernes siguiente. A esto que el miércoles nos reunimos unos cuantos en el Brittania (el bar ese en el que solemos encontrarnos para airear nuestros planes de fin de semana o simplemente compartir una cena y birrilla con la gente). Entre ellos se encontraban Miriam –directora del centro cultural-, Andrea –gestora del centro cultural- y Marian- mi compi de piso-. Las dos primeras tenían ya planeado el viaje a Uruguay y comprado billetes y reserva de hotel. Marian se apuntó con ellas ese mismo día y yo, pues con motivo de la exposición de mi propuesta ese viernes, pues ni me molesté apenas en pensar en ir pese a su invitación.

Llego la hora de dormir, un nuevo día amaneció y me levanté con otro pensamiento: la presentación de la propuesta puede esperar, y me voy a Uruguay. Me quise poner en contacto con el director de la empresa para postergar la presentación pero no dí con él… En mi ordenador se encontraba la página de Aerolíneas Pluna preparada para escribir los datos del viajero. Pasó una hora y le llamé de nuevo… No hubo forma… Nadie contestaba. Esperé y esperé (no quería irme sin decirle que ese viernes no iba a poder ser). Se acercaban las 11 de la mañana y el vuelo salía a las 14:10. En una hora y media a lo sumo debía estar en el aeropuerto por lo que el tiempo apremiaba. Las 11:15. Le llamo de nuevo. Contesta. Invento una pequeña excusa y tras su confirmación, cierro la presentación para el lunes. Acudo a Internet. Le doy a “comprar billete” y me dice que es imposible adquirir el billete de forma online con menos de 4 horas de la partida del avión. Llamo a la compañía y me comunican que acuda a su oficina para comprarlo ya que aun estoy a tiempo. Salgo de casa corriendo, llego, pago, vuelvo a casa, me cambio, hago la maleta (todo esto en 20 minutos aproximadamente), agarro un taxi junto a Marian y el resto y rumbo al aeropuerto. Será allí donde llame a Félix, al banco, a la gente con quien tenía algún pequeño compromiso, para decirles que durante unos días estaré ausente.

Llegamos a Montevideo. Reconozco que necesitaba un chute de modernidad. La ciudad me encantó, bueno, el país en sí. De esos que dices ¡yo aquí sí viviría por una temporada! Incluso me recordó en cierta manera a Bilbao. Una ciudad con una avenida principal, edificios modernos, calles asfaltadas, aceras sin baches… cosas que comienzas a apreciar cuando conoces – o mejor dicho, vives- otra realidad en el día a día. Después de patearnos por dos días el casco antiguo, las tiendas, conocer el centro cultural de España, pisar la playa y tocar el mar… alquilamos un auto el sábado y nos enfrascamos en una viajecito de día de unas 4 horas para conocer Cabo Polonio y Punta del Este. Lo primero, lindísimo, unas dunas de arena a las que sólo puedes acceder con vehículo especiales, unas casitas a pie de playa de lo más artesanales, una extensiones de playa inmensas –y sin gente-, un mar frío pero que no nos impidió darnos un chapuzón; y en general, un día de lo más tranquilo donde arena, sol, mar y pescado nos acompañaron. Ya de noche –tengamos en cuenta que estamos en otoño y ya oscurece temprano- llegamos a Punta del Este. Una ciudad hiperchuchi (como dirían acá), de grandes y lujosos edificios, las más importantes firmas de ropa y joyas, lugar de vacaciones para la jet-set mundial… En resumen, un Marbella de 10 años atrás no condicionada por los escándalos de corrupción sacados a la luz.

El domingo regresamos de mañana y el lunes tuve la presentación de mi propuesta, algo que gustó al director de la empresa y que, pese a que me quisieron contratar en un principio, dije que no al final. Mi decisión me la reservo para contárosla en persona si es que se da el caso.

Mi siguiente gran viaje ha sido esta Semana Santa. Estábamos dudosos de a dónde ir. Inicialmente se hablaba de Perú y el Machu Pichu pero los vuelos eran carísimos. Luego se habló de Bolivia en auto, pero los cuatro días en ir y los cuatro en volver nos dejaban un día de disfrute; no era el plan. Finalmente dijimos, vuelta a Brasil, ¿hacia dónde? Destino Río de Janeiro.

Ahí fue que el día 3 viernes comenzamos nuestro viaje en coche (2000 Km. nos separan del carnaval carioca). Primera parada fue en Cascavel (se escribe con “v”), una ciudad a unos 100 Km. de Foz de Iguaçú, para dormir. Segunda parada en Santos, que se encuentra en paralelo a Sao Paulo (a unos 100 Km. de la ciudad) pero sobre la costa. Dormimos. Y tercera parada en Ilhabela. Una isla a unos 300 Km. de Río donde nuestras pretensiones eran quedarnos al menos dos noches pero que el tiempo ayudó a que el segundo día se disipara y nos enfrascáramos de nuevo en el viaje. Sí tomamos un poco el sol, nos dimos un bañito, pero a eso de las 17:00 los nubarrones hicieron su aparición. Por la noche llovió y al día siguiente continuaba, así que la idea de parar en la siguiente isla, Ilha Grande, nos la saltamos, llegando a Río a las 21 horas aproximadamente de ese mismo día.

Ese día dormimos las horas acumuladas del viaje (no hablar de la conductora que fue Miriam, a excepción de Andrea que también se tragó 600 Km.) y nos levantamos la mañana del día 6 dispuestos a hacer la primera parada que todo buen turista hace en la ciudad del carnaval: el Cristo Redentor ubicado en el monte del Corcovado. El tiempo parecía acompañarnos pero esa era una realidad vista desde abajo. A medida que ascendíamos las nubes hacían su aparición y una vez arriba, éstas nos impidieron ver nítidamente la ciudad. Sólo en momento puntuales, que coincidían con la aparición de un helicóptero, se despejaban, dando paso a unas vistas de la ciudad tenuemente definidas por la neblina que permanecía. Lo mismo decir del Cristo. En ocasiones, el ángel decapitado daba paso al Cristo en su esplendor para posteriormente ser sustituido por ese ángel que se aferraba por reemplazarlo y lograr un protagonismo poco aceptado por los que allá nos encontrábamos. Sin embargo, las cámaras fotográficas estuvieron en todo momento preparadas para plasmar una figura vendida por todo el mundo a través de las agencias de viajes, películas, guías turísticas y demás manifestaciones artisticoculturales.

Tras una hora de acompañamiento al Cristo, nos dispusimos a bajar con el objetivo de tirarnos sobre la arena de la playa de Copacabana. Un bañito le precedió, no sin antes determinar unánimemente el bautizo realizado por Andrea de la playa: Cacacabana. Veamos, ¿lindo? Sí. ¿Gran extensión de arena? Sí. ¿Agua cristalina? Pues no, para que no reconocerlo. Lo que no quita que nos diéramos el baño. Y fue precisamente en ese momento cuando una ausencia se produjo entre nuestros enseres sin ninguno darse cuenta. La bolsa de Eduardo había desaparecido. Nadie sabe cómo –bueno sí, a través de un avispado ladronzuelo-, pero Edu tuvo que despedirse sin quererlo de la bolsa que en todos nuestros encuentros por Asunción le acompañaba. ¿Su contenido? Lo típico: la cartera, no estoy seguro si el MP3, los documentos… Fuimos a hacer la respectiva denuncia. Tras hacernos esperar unos 40 minutos, un coche de la policía turística se personó en la comisaría donde estábamos y se llevó al afectado y a Andrea a Ipanema, allá donde se encuentra la oficina de los bolsos, cámaras, carteras, ropas… usurpadas malintencionadamente a viajeros como nosotros.

Mientras tanto, Marian, Myriam y yo volvimos al mismo lugar del delito. La misma ubicación, incluso yo diría que la misma arena bajo nuestras toallas. Nos quedamos dormidos. Después de dos horas hicieron aparición Edu y Andrea con la anécdota de que a la entrada a la comisaría del turista robado el policía de turno dijo: “¡El documento por favor!”. Creo que no hay más que decir…

Los recién llegados se durmieron. Los que ya lo hicimos nos entretuvimos con diferentes actividades: Miriam leyendo un libro y yo observando a un loco en tanga ubicado enfrente nuestro que le dio por tirar todo lo que tenía al mar. Y cuando hablo de todo, hago referencia a un radiocasete de esos de los chunterillos de 8 años atrás, unas chanclas, unos papeles, unos bolígrafos… (En parte ahora se entiende el estado del agua).

En ese transcurso de tiempo –calculo media hora a lo sumo- comenzamos a escuchar la risa descontrolada de Marian, tumbada mirando hacia su toalla. Le habían robado el bolso esta vez a ella. El ataque de risa provenía de la situación tan idiota de ser robado en un plazo de dos horas dos de nosotros en el mismo lugar sin que nadie nos diéramos cuenta –y teniendo en cuenta que dos estábamos despiertos mirando al frente-. Sin embargo poco duró cuando, después de afirmar que en el bolso sólo tenía una pequeña cartera con algunas monedas de guaraní y un foulard, se percató que una cosa más valiosa estaba entre sus enseres: sus gafas graduadas. Ahí la risa cambió a un pequeño cabreo. De todas formas, no hubo denuncia alguna. Los documentos los había dejado en el hotel y no serviría de nada acudir de nuevo a la comisaría sino sólo pérdida de tiempo y el posterior vacileo de los polis tras percatarse de un segundo robo a las mismas personas en el mismo lugar. Y en eso no les íbamos a complacer.

Lo mejor del día, fue esa cena que nos dimos en la Garota de Ipanema, restaurante muy famoso con especialidad en carne a la parrilla. De ahí a tomar unas caipirinhas a uno de los barrios de marcha, Lapa, y de allá a dormir para el día siguiente.

El nuevo día amaneció totalmente despejado, hecho que dio lugar a diferentes opciones en las que aprovechar nuestro día. Las chicas optaban por irse a alguna playa cercana a Río a tomar el sol; en cambio, Edu y yo preferíamos patear nuestro último día en Río conociendo los lugares que nos faltaban por ver –que tampoco eran tantos-. Así fue que unánimemente decidimos disiparnos con nuestros diversos planes poniendo como punto de encuentro el hotel a las 12 de la noche. Lógicamente contaré las andaduras de las que yo participé.

La primera parada fue el Pao de Açucar, un monte desde el cual se ven muy lindas vistas de la ciudad. Por suerte el cielo se mantuvo sin apenas nubes y nuestras cámaras pudieron fotografiar la combinación de ciudad-playas-islas desde lo alto. He de decir que precioso el lugar y más aún lo que dejaba apreciar.

La siguiente parada fue el Jardín Botánico, adornado todo él con una gran diversidad de especies arbóreas –no me digáis que recuerde el nombre de alguna de ellas que ni idea- y enormes camalotes ubicado en el lago. Un lindo lugar también para hacer buenas fotografías.

La parada siguiente fue un acueducto que se encuentra en la zona de Lapa, cuya parte superior está habilitada con unos raíles y una especie de tren para facilitar el acceso de los habitantes de las favelas –una de las zonas más pobres y peligrosas de Río- a la ciudad.

Cerca del acueducto se erige la catedral, en mi opinión, la más fea nunca vista y es que, comparándola con las ciento de maravillas arquitectónicas asentadas en Italia, y por qué no, también en España –y en general en Europa-, te encuentras con un cono hecho de piedra con pequeñas ventanucas y con una gran austeridad en su interior. Para mí, lo único que se salva son las vidrieras, por el resto, no doy ni un duro.

Tras esas visitas y hacer un poco de Shopping una vez oscurecido, fuimos al hotel, donde encontramos a las chicas durmiendo plácidamente sobre sus camas con su ropa puesta y la luz de la habitación encendida. El cansancio había hecho mella. Edu y yo nos cambiamos y salimos a farrear un poco. No podíamos despedirnos de Río sin haber catado la noche carioca.

Al día siguiente pusimos rumbo a Petrópolis, una ciudad imperial que la mujer de información turística de Río había creado expectativas que a nuestra llegada no encontramos. Es así que haciendo las visitas de rigor al Palacio de la Princesa Isabel y a la casa de Santos Dumont -el primer hombre en despegar a bordo de un avión- nos pusimos en viaje para ir al Parque Natural de Itatiaia, ubicado casi a la frontera del Estado de Río de Janeiro. Allá encontramos grandes saltos de agua, mucha vegetación y dos “piscinas” en las que sólo valientes sin miedo a una posible gangrena de sus extremidades se aventuraron a sumergirse.

Ese fue el destino anterior a nuestra por vez segunda última parada: las cataratas de Foz de Iguaçu. Me ahorro comentarios al respecto ya que ya os expuse mi opinión sobre ellas en el viaje de Navidad, Sólo decir que escaseaba de agua y la visión no fue tan impactante como la primera vez nos mostró.

Bueno señores/as, veo que al comienzo de este e-mail no me he equivocado y la extensión del e-mail era la esperada. Sólo comentaros que este lunes estoy viajando a Buenos Aires, donde me esperan casi dos semanas de turisteo e información universitaria para maestrías. Esto último vendrá en siguientes ediciones.

Me despido de ustedes comentándoles que en el blog podrán encontrar algunas fotos de estos viajes –véanse por favor, sólo por el tiempo que estoy dedicando a cargarlas-.

Hasta las próximas ganas.

Como siempre, besos y abrazos

martes, 21 de abril de 2009

Chacoi

Puerto de Asunción




Miriam en el barco






Sopa de Surubí
Gimena






Haciendo cocido...





La cara bonita de Asunción


jueves, 26 de marzo de 2009

fotos Uruguay

Vista áerea de Montevideo

En el bus...

Montevideo





Cabo Polonio


























¡Adios Uruguay !
¡Hola de nuevo Asunción!